¡¡FRÍO!! El mayor que hemos pasado hace tiempo, allí en lo alto, a 1360 metros, el 22 de enero. Viento fuerte y muy muy frío. ¡¡Mordía!! Y eso que cerca de Monreal uno, feliz, dijo que no andaba nada de viento. ¡No sacamos ni una foto! Nada más llegar a la cima bajamos corriendo hasta la ermita de S. Miguel en busca del refugio de sus paredes. Una pena, sí, pero no se podía aguantar a pesar de que los Pirineos se veían blancos y a tiro de piedra. Dejamos las fotos para mejor ocasión.
En la cima no había mucha nieve, la verdad. Con el viento que soplaba por allí… Sin embargo, en el camino había una buena capa y en algunos puntos había bojes y otros arbustos aplastados por la carga de la nieve y para pasar por debajo había que agacharse bien. Y para los duros riñones de algunos… Consecuencias de salir tan temprano.
Al llegar fuimos los primeros en dejar los tres coches en el aparcamiento de Ardanaz. Cuando pusimos los pies sobre la nieve, la duda: ¿las polainas serán necesarias? Algunas y algunos protegimos las piernas por si acaso, pero no eran necesarias porque la nieve estaba congelada. En el camino, nieve y hielo como el cristal, a trozos “¡Habrá que tener cuidado en la bajada!” A pesar de ello, hubo buenas culadas.
El almuerzo lo hicimos de prisa al abrigo de las paredes de la ermita. ¡Tampoco allí se estaba nada bien. “¡Mira, el agua de la botella está congelada!”, se dio cuenta una chica.
Nosotros empezamos a descender, con mucho cuidado, mientras mucha gente venía hacia arriba. Habían estado más tranquilos que nosotros en la cama. Al llegar al parking, todo lleno.
Los catorce montañeros/as entramos en los tres coches y estuvimos admirando los monstruos de la hermosa iglesia románica de Artaitz sin saber qué simbolizaban. Seguro que nada bueno.