19 Oct, 15

Manolo ha recogido la indirecta y nos ha pasado esta preciosa crónica de la salida.

Antes del amanecer, quince compañeros llegamos en dos taxis a Venta Quemada. El número de participantes ha ido bajando las últimas y, este año, el mal tiempo anunciado podía ser el motivo/excusa. Por fortuna no se cumplió el pronóstico y tuvimos una mañana inmejorable: el cielo casi limpio, ni pizca de viento y temperatura muy agradable.

El día, sin embargo, no empezó tranquilo. Como todos los años, los alrededores de la  venta estaban llenos de cazadores en espera del sorteo. Pero, por lo visto,  no estaban todos junto a la carretera. En cuanto nos pusimos en marcha y casi a oscuras, un tremendo tiroteo nos rodeó por todas partes. Tiros a izquierda y derecha, por delante y detrás. ¿A qué disparaban? ¿Serían “gautxoris” los que pasaban? ¿Pero nos son ésas aves de taberna? ¿Estarían tratando de asustarnos o nos estaban dando la bienvenida? Está claro que  calentaron  bien los cañones de las escopeta. ¡Vaya marcha nos iban a dar! De todos modos, fue algo increíble. En toda la mañana no oímos más tiros.

El recorrido, el de siempre.  Pero al llegar al primer alto, el maravilloso paisaje que se veía desde allí nos invitó a hacer una paradica. Desde nuestros pies hasta casi el infinito,  colinas y líneas de montañas alzaban sus cabezas entre la fina y delicada niebla.  Reconocimos Izaga y Elomendi (La Higa). En el cielo, todos los colores cálidos de arco iris anunciaban el despertar de sol. A la derecha, al oeste, el gran Mendaur, todavía en penumbra. Socorro nos  hizo unas fotos para demostrar que el amanecer era más bello de lo que decimos.

DSC_3947 1 copia.pEl hamarretako rápido, debajo del haya de siempre. Al no venir Santos, no tuvimos bota para remojar el gaznate: a darle al agua. La siguiente parada, en la cruz de hierro. Hubo foto, pero no fuimos capaces de contar la trágica historia de amor que, según se dice, allí ocurrió.  Alguien comentó que nos la mandaría por whatsap…

En el alto de Orokieta nos esperaban el café caliente y las ricas pastas que no faltan ningún año y dimos comienzo a la segunda parte del recorrido. No falló nadie; todos nos pusimos en marcha. Las y los que iban delante nos esperaron junto al riachuelo de Otsola y tras juntarnos todo el grupo, comenzamos a descender hacia Beruete. El señor Mauduit, extrañado porque estaba a punto de romper su propio record. ¡Felicidades, hombre! ¡Estás en forma!

Como colofón, unos diez fuimos a comer al bar Román