24 Feb, 16

La Vuelta de Imotz y, a mitad de recorrido, almuerzo en Etxaleku.  Menú tentador para una mañana de domingo. Y la respuesta inmejorable:  31 mendizales y cinco perros en el recorrido. ¿Por el hamaiketako, quizás?

Tras salir a las ocho de Iratxo y dejar los coches en Latasa, comenzamos a caminar con ganas. El tiempo, extraordinario. Los prados, vestidos de blanco por la helada, pero tiempo apropiado para andar. En cuanto penetramos en el bosque, barro, pero no demasiado. En frente, el sol, regalo del hermoso día.  Los árboles y las matas de la borda que  hay junto a la pista de Eraso, “adornados” de modo increíble: trozos de plástico, sacos, pantalones viejos, harapos… Decoración capaz de sorprender a cualquiera. ¿El motivo? Habría que preguntárselo al dueño. Alguien se atrevió a decir que podría ser una manera de denunciar la suciedad.  ¡Vete a saber!

Carretera durante 200 metros y, en seguida, nos encontramos con el bonito río Errotazar. Más adelante,  una, sorprendida, soltó que parecían “las “Gradas de Soaso”.  ¡Bonito! Tras cruzar el río subimos hasta Zarrantz y, teniendo a  Oskotz  delante, tomamos hacia Etxaleku. El almuerzo nos estaba esperando y no era cuestión de perder el tiempo.

Estuvimos largo rato sentados a la mesa, aunque el almuerzo no fue demasiado copioso. Con el consuelo de de que para andar es mejor quedarse un poco ligeros,  nos hicimos la foto de grupo delante de la posada y nos enfrentamos a la segunda parte.

Dejamos Etxaleku ganando un poco de altitud, lo que nos permitió gozar de la magnífica vista de las Malloas nevadas. Tras  cruzar la carretera y, poco, después, el Basaburua, subimos a Beramendi desde donde descendimos de nuevo hacia el río crecido, que lo cruzamos por un hermoso puente y,  al entrar en el prado de una borda, la cinco o seis yeguas  que había se lanzaron como locas al galope, como queriendo demostrar que estaban en forma.  Los fotógrafos no desaprovecharon la oportunidad.  Los rincones de la ribera del río, preciosos.  En verano tiene que ser una gozada pegarse un baño a la sombra. Después de dejar atrás un par de caseríos viejos,  acompañados siempre por el Basaburua,  cogimos la amplia pista que lleva a Urritza. A la entrada del pueblo las chicas empezaron a pedir su foto y  claro que la consiguieron. Tomamos el camino del Plazaola y, en seguida, estábamos en los  coches, en Latasa.

Como el  circuito le pareció a la mayoría precioso, más de una y uno mostró ganas de volver. A ver si, la próxima ocasión la Vuelta de Imotz no tiene trampa y no entramos en el valle de Basaburua.

Podéis ver las fotos en la pestaña «MULTIMEDIA» en MONTAÑA