Hemos perdido a Oskar y estamos tristes. Muy apenados/as. Él, sin embargo, no nos dejaría en paz, y, lo mismo que en las fotos, acabaríamos brindando, alegres. Dondequiera que estuviese, contagiaba alegría de vivir, contento, fuerza, optimismo…
No perteneció a Iratxo Mendi Taldea, pero como si lo hubiera sido. Compartimos muchos momentos y tareas. Demasiado pocos. Oskar fue, como padre, uno de los promotores de la Ibiladi Txiki dentro de la organización de la Sakanako Ibilaldia.
Siempre dispuesto a todo, cuando y donde fuese. El no no cabía en su diccionario. Le pidiésemos lo que le pidiésemos: “Sí, hombre”. Solía andar limpiando caminos con la motosierra y la desbrozadora, traía banderolas y participaba en el marcaje con Ipe. El mismo día de la marcha, para las 4:30 estaría puntual cumpliendo con la tarea encomendada. Eso, sí: a las 7:30, disfrutaba con el par de huevos con jamón y menudo ambiente creaba a su alrededor. Lo suyo era la compañía. Sembraba carcajadas.
El día de noche vieja, venía sin fallar para la ocho, con su tractor, acompañado de Zato, su perro, para cargar en Iratxo las txistorras el tocino, el vino y la sidra y todo lo demás para subirlos a la Trinidad. Hace tres años, estando grave en el hospital, mandó a Ipe, su hermano, para no fallar ese día. Hacia el otoño, todos los años íbamos a la leña para la Trinidad. Con Oskar se podía ir a gusto a donde fuese.
Muchas gracias, Oskar, por todas las horas que nos regalaste. Para ti éramos verdaderos carrozas, pero te arreglabas con cualquiera; nos rejuvenecías.
¡Cómo nos va a costar llenar tu vacío! Pero no nos robarán los recuerdos.
Hasta la vista, Oskar.